Adiós...

Publicado en por La cacatúa carmesí

Este poema lo hice pensando en un problema que se ha tornado global. La droga. Sé que algunos considerarán que mi  poema es tal vez, injusto. Y es verdad. Muchas veces los padres no tienen la culpa de lo que les acontece a sus hijos. Pero también es verdad, que en muchos casos, son los principales culpables. Espero que les guste. 

 

Adiós

La puerta se ha cerrado despiadadamente anunciando un adiós irremediable, dejando una estela de palabras fuertes dichas en un momento de furia, pero que tan pronto como quedan suspendidas en el aire, abren paso a la angustia. Una angustia que lleva a la tristeza. Tristeza que lo abraza todo y hace que su mundo se desmorone.

Y por primera vez él llora. Llora como no lo ha hecho desde que era un niño, cuando aún no era conocedor de las verdades de la vida. Verdades que hacen que a uno se le endurezca el corazón y que se vaya formando una coraza a modo de protección.

Coraza que no lo ayuda en absoluto, sino que lo muestra a los demás como un hombre frío, sin sentimientos. Sentimientos que esconde en su corazón pero que afloran el día en que sus ojos la ven a ella por primera vez. Día glorioso en el que tiene la oportunidad de dejar la coraza atrás y empezar otra vida.

Y llora. Llora porque sabe que lo ha perdido todo. Y ella se convirtió en su todo porque él le permitió hacerlo. Y ahora lo lamenta. Lamenta haber abierto una brecha en la coraza por la que ella se fue filtrando poquito a poquito.

Lamenta haberle entregado su confianza. Confianza que ella traicionó, pero que él permitió que traicionara. Todo era su culpa. ¿Pero de qué servía ahora echar culpas? La había perdido. Aún peor: la había dejado ir.

Y sí, todo era su culpa. Culpa de la coraza que lo muestra a los demás como un hombre frío, sin sentimientos. Sentimientos que afloran de su corazón y lo desgarran brutalmente. Pero todo ha sido su culpa.

Culpa de los días con trabajo y mucho cansancio. Cansancio que no le permitía atenderla y que hizo que ella se fuera alejando. Culpa de las tardes ausentes y las noches vacías. Culpa de las palabras que jamás salieron de su boca y de los abrazos que nunca llegaron a realizarse.

Y fue ciego. No pudo ver lo que ella necesitaba. Y en verdad, necesitaba todo, pues ella formaba parte de él. Pero no lo vio sino hasta que fue tarde. Muy tarde. Tarde para dar consejos y castigos. Tarde para demostrar el amor que sentía por ella. Tarde para enseñar el buen camino. Tarde para hacer algo.

Era tarde porque la droga le había arrebatado lo que más amaba sobre la faz de la Tierra. La droga la absorbió a ella y la transformó en un monstruo. Monstruo engendrado por él. Alimentado por él. Pero el monstruo era la mismísima droga, que aprovechó un descuido y en una tarde, se coló en la vida de su hija para arruinarlo todo.

Sí, definitivamente todo era su culpa. 

Etiquetado en Para pensar...

Para estar informado de los últimos artículos, suscríbase:
Comentar este post